Bajo el cielo inmutable de Londres, la Ovo Arena Wembley ardió lleno de esperanza iluminando la conciencia colectiva encendida y la compasión desbordada. Las 12.500 butacas y cada palmo de la pista fueron tomados por almas unidas en un solo clamor: 'Together for Palestine'. Fue el genial Brian Eno, leyenda viva de la música en Roxy Music o en solitario, quien tejió este tapiz de duelo y esperanza para denunciar, con arte y verdad, el holocausto (retransmitido en vivo y en directo) que el gobierno sionista de Israel perpetra sobre el pueblo de Gaza. La noche fue un acto de resistencia envuelto en solemnidad, con la oscuridad apenas rota por la marea de luces de móviles alzados como velas de una vigilia moderna. Sobre ese escenario desfilaron músicos y poetas, cada uno entregando su arte como testimonio, cada actuación precedida por palabras que no temieron nombrar la injusticia ni señalar al verdugo. Voces como las de Riz Ahmed, Benedict Cumberbatch, Florence Pugh, Guy Pearce y Ramy Youssef dieron cuerpo y alma a la presentación, recordando que la neutralidad, en estos tiempos de horrores, no es otra cosa que complicidad. “La empatía no debería ser tan difícil y nunca debería haber sido tan difícil. ¡Presionad a los gobiernos!”, clamó Pugh, entre lágrimas contenidas. Desde las pantallas, se alzaron también los rostros de Malala, Cillian Murphy, Brian Cox, Joaquin Phoenix, Penélope Cruz, Javier Bardem, Luis Tosar… un coro diverso y planetario, al que se sumó incluso el iconoclasta Eric Cantona, exigiendo que el deporte no cierre los ojos. Y luego llegó la música, esa antigua y eterna aliada de las causas justas: Damon Albarn, Yasiin Bey y Omar Souleyman ofrecieron un “Damascus” (en la foto) fulgurante, mientras la bandera palestina ondeaba desde la silueta animada de Gorillaz, como un grito visual. Annie Lennox quebró el aire con un piano solitario y la herida abierta de “Why? – For Gaza”, acompañada por un público convertido en constelación. Y fue entonces cuando el tiempo pareció detenerse, cuando Brian Eno y Paul Weller, custodios del arte y la memoria, pusieron voz al desgarrador poema de Khaled Juma dedicado a los niños de Gaza. Portishead, ausentes en cuerpo, dijeron presente en espíritu con una grabación que atravesó el alma del estadio. Y en uno de los momentos más vibrantes, Neneh Cherry, acompañada por Greentea Peng, revivió “Seven Seconds” como si cada nota fuera un rezo, un acto de fe en la humanidad. Aquella noche, Wembley no fue solo un templo del espectáculo: fue altar, trinchera y refugio. Y Londres, por unas horas, se convirtió en el eco luminoso de un mundo que se niega a mirar para otro lado mientras se extermina impunemente a todo un pueblo.